Alcalalí por primera vez

Lo has visto en fotografías, pero sientes que tienes que formar parte de él. Sentirlo en tu propia piel

 

Te llamaron la atención esas casas antiguas “típicas de pueblo”: gruesas paredes de piedra grande, ventanas con rejas forjadas y pilones en algunas esquinas exteriores; al preguntarle a tu folleto averiguas que no son mera decoración, sino que antes se usaban para que los carros tirados por caballos pudieran girar por las calles, tan estrechas que parecen querer abrazarse. Estas estructuras tienen dos siglos de vida, pero conviven con las pinturas modernas con las que los vecinos decoran el pavimento durante las fiestas.

 

Detalle esquina calle Forn

Detalle esquina calle Forn.

 

Ahora miras las calles de forma diferente.

 

Desde la carretera has visto otro edificio que te ha resultado curioso. Es distinto al resto: alto, alargado y cuadrangular. Cuando te acercas y levantas la vista, descubres una torre coronada por una estructura de cristal. La subida en ascensor te descubre un mirador del llamado Vall de Pop: un valle repleto de montañas y salpicado de construcciones humanas. Vas de ventana en ventana, y tus ojos se mueven entre el plano y el paisaje. Vas encontrando el Coll de Rates, el camino que cruzaron los corsarios y piratas para adentrarse en la zona; los campos de naranjas, los olivos, los almendros y los viñedos; el monte Pop o Caballo Verde, en el que se libró una terrible batalla para expulsar a los invasores en el siglo XVII; la ermita construida por el propio pueblo; la Iglesia y el museo que expone las pertenencias de una antigua familia de sangre noble…

 

Mirador de la Vall de Pop en la Torre Medieval.

Mirador de la Vall de Pop en la Torre Medieval.

 

Cuando recuperas la noción del tiempo decides bajar y, para tu sorpresa, encuentras dibujos en las paredes de las plantas inferiores. Te dicen que se llaman graffitis (aunque no se parecen al arte urbano al que estás acostumbrado) y que los hicieron los prisioneros que estuvieron encerrados en la torre, ya que se usó como prisión durante varios años. Distingues dos barcos, un ave, herramientas agrícolas, un cuchillo, una Virgen y otras cosas que quizá no tengan nombre, o quizá estaban esperando a que llegaras para ponérselo.

 

Galera con tres mástiles en la Torre medieval.

Galera con tres mástiles en la Torre medieval.

 

Tras la visita a la torre te apetece tomar algo, así que entras en uno de los bares de la plaza. La mayoría habla en valenciano, pero se esfuerza por entender tu idioma nativo. Es un ambiente muy acogedor porque todos parecen una gran familia: se conocen, bromean entre ellos y charlan contigo, haciéndote sentir uno más.

 

Precisamente ellos te sugieren que visites el museo etnológico, situado en la antigua almazara: era el lugar donde los habitantes de la zona convertían las aceitunas en aceite y las uvas en vino usando una maquinaria muy pesada y realizando un trabajo muy costoso. Gracias a su esfuerzo el museo ahora pertenece a la Ruta del Vino de Alicante, un recorrido por algunos de los pueblos de interior de la provincia en los que puedes saborear la gastronomía típica (eso te recuerda a tu paso por el bar, mmm) y reminiscencias culturales.

 

Aprendes que la zona se volvió muy turística gracias a que los agricultores exportaron la pasa, también llamada “uva seca”, a países como Gran Bretaña.

 

Antigua almazara.

Antigua almazara.

 

La tarde llega a su fin, y tu visita también. Te acercas a otro de los miradores, el “del Ravalet”, para acodarte en la barandilla mientras la fatiga te envuelve. Sin embargo, contemplando el atardecer, te sientes rejuvenecido al olvidar las fotografías que viste antes de tu viaje (¡no captan el paisaje con fidelidad!) y piensas en todas las civilizaciones que se adelantaron a tus pasos…

 

Atardecer desde el Mirador del Ravalet.

Atardecer desde el Mirador del Ravalet.

 

Primero fueron los árabes, amantes de las tierras fértiles. Después, los cristianos que reconquistaron su legado. Más tarde, los británicos atraídos por la producción de la pasa. Y ahora tú. Siglos de evolución que se concentran en un solo pueblo.

 

Lo que no cambia es Alcalalí: siempre acoge a quienes la visitan por primera vez.